No pensaste ni un poquito en lo que se vendría, no te interesaba, no te afligía, solo dijiste esas palabras que nadie escucho pero que todos entendieron, esas dos palabras que lograron apaciguar el momento para poder dramatizar lo que estaba por llegar, lo que solo vos disfrutabas, quizás por tu mente macabra o tu raro sentido del humor.
Te abrazaste a tu propia compañía, creyendo que así dejarías la soledad, le gritaste a tus propios oídos solo para escuchar tu vos, te miraste a los ojos con la intención de mentirte para creer estar mejor, pero tus ojos tan honestos, tan sinceros, no estaban dispuestos a ser parte de tu propia estafa, de ese invento que creaste contra vos misma. y dejaron caer sus lagrimas bañadas de verdad que comenzaron a viajar por las montañas de tus pómulos rosados hasta escalar esa cumbre inalcanzable y tirarse directo hasta tu boca que abría sus compuertas para poder tragarse esas lagrimas mensajeras.
Las palabras te habían condenado a dividirte en dos, en dos partes que no pretendían llegar a un acuerdo. Cada una de esas dos palabras comenzó a formar una especie de fuerte dentro de todo tu cuerpo, que ya comenzaba a resignarse con mirar la guerra desde afuera.
La mentira tenia el poder, ya era tu dueña, había colonizado la mayor parte de tu ser, que se dejo estar por no saber que hacer, pero esa verdad que ya había logrado entrar por tu boca, no tenia pensado rendirse e iba en busca de tu revoluciona interior.
Débil y sin ganas de saber lo que tu psicología decidía hacer con vos, te dejaste caer sobre ese rincón tan lleno de nada, tan tímidamente iluminado por esa luz a la que le daba vergüenza asomarse, solo eran dos muros que se unían como un acto de discriminación con el afuera, pero eso a vos no te importaba, te sentías protegida, contenida, en un equilibrio espiritual que contrastaba con esa lucha cerebral que debatía entre tu vida o tu muerte.
El humo del tabaco comenzó a jugar con tus cabellos, sobre tu vientre llovían cenizas que huían del consumo de tus labios, tu garganta lanzaba aullidos para hacer llorar a la luna que era cómplice de tu angustia, tus piernas se movían como un intento inútil por correr, la luz blanca que salía de tu alma, ilumino ingenuamente el camino que tu mano recorrió hasta alcanzar a esa escupe muertes cargada de vida en pequeñas balas, que esperaba disimuladamente reposando sobre un cajón.
Cuando ese recurso de tontos se transformo en una extensión de tu brazo, tus dedos delgados y vulnerables comenzaron a coquetear con el gatillo que promulga dolor. Cuando tus besos comenzaron a besarse con el silencio, como un acto de chantaje para conseguir un poco de paz, interrogaste a las preguntas para ver si lograbas decidir eso que otros estaban intentando hacer por vos.
¿Existirá el cielo o solo será un bello cuento para que alguien pueda creer en algo por lo menos por un tiempo? y el infierno, ¿no será solo un antagonista en esa fábula’?
¿Y a quien le pertenece el asesino de si mismo? ¿ a donde va aquel que se condena a muerte? ¿ que dirá mi epitafio si es que dice algo?.
Por mas que intentas no lograste obtener ninguna respuesta que te diera una lógica, aunque sea mentirosa, no te sirvió de nada pensar que dios lloraba gotas de lluvia sobre vos para darte una señal de que el te estaba esperando, no te sirvió de nada darte cuenta de que el fuego quema para no tentarte a ir hacia el, no te sirvió de nada creer que la reencarnación era una segunda oportunidad para aquellos que no permiten que alguien elija el día de su muerte, no creíste posible que el condenado a muerte este en ese lugar a donde nadie va a llegar, pero supiste darte cuenta que tu epitafio nunca podría decir nada sin antes tener alguien que lo pueda escribir.
Las cosas iban cambiando de un segundo a otro sin respiro, sin ese respiro que por momentos todavía te agobiaba, ese respiro que te hacia acordar que tenias que volver a respirar una y otra vez, sin descanso, para poder seguir siendo parte de eso que algunos llaman vida.
Esa vida que solo es vida por que la muerte lo decidió así, esa vida que no es nada, nada mas que la no muerte, esa muerte que se deshizo de lo eterno por aburrimiento.
Estabas como todos, en ese ida y vuelta, en esa muchedumbre en la que a veces te metías para perderte, para ser una mas, para que nadie se diera cuenta que quizá en poco tiempo pasarías a ser una menos. Te sentías cómoda pensando lo que otro podía llegar a pensar sobre vos. Ellos no te veían la mente, ellos solo se guiaban por lo que intentabas demostrar, y eso por momentos te hacia creer superior o por lo menos igual.
Tenias ganas de regresar a esa situación en la que en ese mismo instante estabas viviendo, pero esas preguntas sin respuestas te habían echo entrar en un trance que por momentos te hacia bien, y que por momentos trataban de convencer a tus dedos de que de una vez por todas aprieten ese gatillo que no tenia ganas de quedarse quieto. Durante ese lapso te frenaste en imágenes que te demostraban un poco de felicidad, esa felicidad que había sido tu amiga, pero que no veías hace mucho tiempo, pero que estabas esperando volver a ver, y te diste cuenta que ella no te iba a dejar sola, que vendría por vos para llevarte con ella a donde vaya, que solo era cuestión de tiempo.
Tu tristeza se seco, y el tic tac retomaba poco a poco su ritmo, te sentiste avergonzada por haber querido adelantar las agujas que no necesitan que nadie las mueva, ellas saben viajar solas por ese circulo de números por el que pasan una y otra vez y que solo terminan para volverlo a empezar, ¿ quien eras vos para decirles que apuren su andar?.
La razón ya dominaba la mayoría de tus actos, y tu cuerpo despacito se iba convirtiendo nuevamente en un todo. Tu soledad empacaba y solo tenia un pasaje de ida, tus oídos callaron a los gritos para escuchar el tierno susurro de tu voz, tus ojos se cerraron para poder decirte la verdad, la mentira ya rendida flameaba por los aires de tu mente cansada una bandera blanca. Pero a esa victoria no nunca ibas a poder ganarla, esa sensación de triunfo no iba a ser mas que un arrepentimiento tardío ,no iba a ser mas que una ilusión sin tiempo, por que esos dedos traidores, que habían estado coqueteando durante todo tu padecimiento no acatarían tus ordenes y besarían a ese gatillo del cual ya estaban enamorados.
Nicolas Barbaglia